Por más que trata de realizar denuncias las autoridades no la escuchan ni auxilian. Afortunadamente un reportero se compromete a investigar el caso y, tras la recolección de testimonios e información, va descubriendo la turbia verdad. La película retrata, además de su tema principal, la puesta en evidencia de la discriminación y el abuso de poder que sufren los protagonistas.

Hace más de dos años, en diciembre del 2018, la cinta más galardonada del director mexicano Alfonso Cuarón, “Roma”, estaba siendo estrenada para el público en la plataforma de Netflix. A la par de la realización de aquella cinta, que resultó tan memorable y discutida, se estaba rodando “Canción sin nombre” (2019) de la directora peruana Melina León. Una película cuya relevancia es de una magnitud tan grande como la primera y de un peso tal que se ha convertido en nuestra principal representante en los festivales del mundo. Ha recibido el premio al Mejor Debut Internacional Directoral otorgado en el Festival Internacional de Cine Heartland y el premio a la Mejor Cinematografía en el 29 Festival de Cine de Madrid, entre otros galardones. A pesar de haber sido un filme más esperado incluso que “Retablo” (2017), no logró tener una exhibición en cines producto de las repercusiones de la pandemia, pero finalmente ha sido añadida al catálogo de la plataforma streaming número uno a nivel global.

Ambas cintas, la mexicana y la peruana, están demostrando la consolidación de un exponente en el cine latinoamericano: además de las similitudes en aspecto técnico, las dos son acerca de mujeres indígenas de condición humilde que habitan en la ciudad. Y ambas son las protagonistas de sus propias historias. Historias que demuestran las terribles injusticias que sufren por las convenciones sociales de su entorno, y que son contadas desde su propia perspectiva y dolor. Esta tendencia de poner al personaje indígena vulnerado como protagónico en vez de objeto de observación es uno que se ha visto comúnmente en documentales, mas no muy a menudo en cine de ficción. Del mismo modo que lo han hecho, por ejemplo, “Madeinusa” (2005) y la nominada al Óscar “La teta Asustada” (2009), películas de la directora peruana Claudia Llosa.

Las películas de Llosa hacen hincapié en las injusticias que sufre una comunidad de mujeres, también de provincia, pero contadas desde su propia perspectiva. La primera narra los acontecimientos que suceden en un pueblo ficticio de los andes peruanos en el cual, bajo excusas religiosas, se cometen horribles abusos contra las mujeres. Sin embargo, la película decide hacerlo centrándose en el personaje de Madeinusa, una muchacha aborigen que es ultrajada sexualmente por su propio padre; se trata de una conducta que, al parecer, está normalizada en su comunidad. A su vez, “La teta asustada” expone los traumas irremediables que provocaron a las mujeres los crímenes de violencia sexual que se dieron en la época del terrorismo, enfocándose en la vida de la joven Fausta, que arraiga los síntomas de un trauma heredado por su madre, víctima de violación. Al igual que estas historias, “Canción sin nombre” retrata otra tragedia sufrida por una mujer de provincia, pero con la diferencia de que esta vez basa su ficción en hechos de la vida real.

La película de Melina León cuenta la historia de Georgina Condori, una mujer ayacuchana que está por dar a luz. Migra a Lima como consecuencia de la violencia del conflicto armado. Estando ahí escucha en la radio un anuncio de una fundación que realiza partos gratuitos, pero poco sabe que aquella es solo una fachada de una red de tráfico de recién nacidos, de la cual acaba siendo víctima, perdiendo a su hija. Por más que trata de realizar denuncias las autoridades no la escuchan ni auxilian. Afortunadamente un reportero se compromete a investigar el caso y, tras la recolección de testimonios e información, va descubriendo la turbia verdad. La película retrata, además de su tema principal, la puesta en evidencia de la discriminación y el abuso de poder que sufren los protagonistas.

Georgina es un personaje de ficción cuya función es representar a las miles de mujeres indígenas que bajo engaños fueron arrebatadas de sus hijos en la década de los 80. El padre de la directora fue un respetado periodista que formó parte de un equipo que descubrió la red de trata infantil que retrata la cinta: niños recién nacidos eran arrebatados de sus madres o comprados para ser enviados al extranjero de manera ilegal. Melina León vio, en este caso, la oportunidad de retratar una realidad minimizada y apartada. Del mismo modo decide añadir un personaje coprotagonista LGBT, que es el periodista Pedro Campos. Vemos una trama secundaria de él demostrando sutilmente una atracción por su vecino. Este factor, además, añade identidad al personaje. Entendemos que esta característica, la conciencia de su homosexualidad, es quizás la razón por la que tiene una especial empatía con la protagonista. Se encuentra identificado y comprende el rechazo social que Geo sufre.

La película hace su apertura con una compilación de titulares de periódicos, todos ambientados en la época del terrorismo y la crisis económica. Esto, además de servir como contextualización, es un pequeño homenaje al padre de la directora y la profesión que ejercía, razón por la cual también la fotografía es en blanco y negro y con una estética de antaño: para retratar una imagen impresa en los periódicos de aquel entonces.

Respecto a su estreno en Netflix, la pregunta a continuación sería si la experiencia de una pantalla se puede comparar a una proyección en la sala de cine. Tanto “Canción sin nombre” como “Roma” son toda una experiencia sensorial que, para algunos, puede perder parte de su magia según el formato donde se reproduzca. Ambas constan de una narrativa pausada, con largas tomas con diálogos mínimos que requieren de gran atención al detalle para llevar a la interpretación. Una escena crucial que realmente transmite el sufrimiento que está padeciendo Georgina es cuando, posterior al parto, ella está con Leo, su esposo, de vuelta a su casa a las afueras de Lima. A ambos se les ve confeccionando el traje que Leo usará para bailar en el pasacalle. Sin embargo, poco a poco la mirada de este se va perdiendo en la nada, pensativo. Después de un largo silencio, le pide a Geo una descripción de cómo se veía su hija. Al momento de escuchar esto, ella se queda inmóvil. Pareciera que está teniendo un melancólico recuerdo. Pero por una escena más temprana durante el parto sabemos que no es así. Cuando Geo da a luz inmediatamente la cámara nos pone desde su perspectiva y la escena se ve absolutamente desenfocada y nublosa y solo se oyen llantos. Lo que da a entender que esta en realidad nunca tuvo la oportunidad de siquiera ver a su hija, hecho que le provoca un gran conflicto cuando su esposo le hace mención al respecto.

“Canción sin nombre” es una cinta esencial para el cine peruano y Melina León una gran promesa. Es realmente emocionante conocer el avance de nuestras cineastas femeninas ya que su visión, como he mencionado más de una vez, siempre ofrece una cercanía singular a las historias que requieren mayor sensibilidad. “Ahora hay más mujeres cineastas y estamos siendo más reconocidas, lo que va de la mano con las conquistas de nuestros derechos”, declaró la directora a Los Ángeles Times. Películas como esta siempre son de gran ayuda para reflexionar sobre realidades en las que a menudo no nos detenemos a pensar, pero esa es una noble labor que, a veces, tiene el cine. Para mí, esta cinta es sobre aferrarse a la vida hasta el último aliento. Es sobre una mujer que, contra todo pronóstico, hace lo imposible por conseguir una justicia que le fue arrebatada de ella incluso antes de los acontecimientos que vemos en el filme: desde que nació se enfrenta a las dificultades de su estrato social, y la discriminación por el color de su piel y su género. Pero al final el relato nos ofrece un respiro, y un aliento de que aún hay esperanza.

fuente:
https://enlima.pe/blog/netflix-cancion-sin-nombre-y-el-cine-como-representacion-de-las-minorias